Hoy no es un día de festejo. Pero debemos tomarlo como un día de reflexión pero además de revalorización de todo lo que hacemos. Muchas veces renegamos de los seres humanos como raza pero el trabajo no existiría si no hubiera quién lo llevara adelante.
Un 1° de Mayo de 1886 los mártires de Chicago le daban una lección al mundo para terminar con la formalidad del trabajo esclavo e ir así pasando paulatinamente a más derechos laborales.
Nombres en el recuerdo
En Coronda hay una tradición laboral inmensa que ha sabido ir por distintos lados. Localidad portuaria alguna vez, con espaldas al sol cargando bolsas en los molinos y en el Puerto Antiguo, pueblo que se tiñó de locomotora para hacer sonar la campana del trabajo en la estación, aldea que miró siempre hacia su río para tirar el espinel y buscar debajo del agua la comida y el sustento diarios, población que se llenaba de vigilantes primero y que vio crecer a la policía como institución desde su cabildo, terruño que cambió para siempre cuando le abrió las puertas a una cárcel, lugar de orgullo para el país por haber tenido la primera Escuela Normal de Maestros Rurales y haber estado siempre sembrada de instituciones y de educación, calles arenosas plagadas de personajes que se la rebuscaban para vender flores, frutas, lo que fuere, oficinas estatales que le dieron el toque que mantiene de ciudad de empleados públicos, el edificio Larrechea que cobijó tantas historias municipales.
Si de comercios se trata
Los negocios, el centro, la identidad que se mantiene y que a pesar de no estar más, a muchos comerciantes se los sigue teniendo presentes: don Lázaro en la farmacia Astulfi, Doná en Centeno Hogar, Llahyah en Tienda la Unión, los muebles de Valero, Tere en su casa Plans, Mosconi y el bar que siguen llamando así, Batichowski -¿se escribirá así?- y su taller de bicicletas. Comercios que tienen una tradición increíble y que los mantiene vivos como el reconvertido Mosconi en Plaza Café, Ro-San, la óptica de Pascual, la Cota Meonis, la Farmacia Lesce, Roberto O. Romagnoli… Y tantos otros que han visto pasar trabajadores y trabajadoras muchos por más de 50 años ininterrumpidos.
Juventud, divino tesoro
Tantos profesionales que la ciudad ha dado y que sigue brindando en una camada de jóvenes talentosos que ojalá todos se quedaran en Coronda: abogados, contadores, escribanos, técnicos, profesores, veterinarios, psicólogos, arquitectos, médicos, enfermeras sobre todo, dentistas entre tantos. No puedo olvidar aquí al tío Julio, el kinesiólogo del pueblo durante tantos años.
Personajes y un trabajo
Los oficios que generan tanta dedicatoria y nos han regalado tantos personajes como los peluqueros, cerrajeros, electricistas, panaderos, albañiles, gasistas, zapateros, bicicleteros… ¿O acaso no se acuerda usted de las llaves de don Camilato, de las instalaciones de don Raúl Meonis… ¡de las manos llenas de pozos negros de Librillo!, del corte modernoso de Billy Bianchi, del olor a pan y facturas de los Parra, Saccone, San Cristóbal, Sangiácomo o Bagilet, del cemento y los ladrillos de los López.
Y hacemos referencia injusta quizás a los más céntricos, a los que visitaban «todos» en Coronda. Pero cada barrio tiene sus personajes, sus laburantes, sus referentes.
Frutilla de mi amor
Capítulo aparte y especial para el trabajo en la frutilla… Más de cien años de seres humanos honrando la tierra como en una reverencia mientras se agachaban en los surcos para regalarle a la tierra las plantas y para recibir a cambio el rubí vegetal que inundó el mundo de sabor. Tanta gente que hacía sus primeras armas como «laburantes», para juntar plata para estudiar, para un viaje, por necesidad, sembrando, plantando, cosechando, embalando, despalillando, repartiendo, vendiendo y tantos gerundios que nos llenan la memoria de rostros identificados con cada quinta. Y no olvidar a los que daban y dan trabajo como son los productores.
Un día reflexivo
Coronda es cuna de maestros, de poetas, y de gente sacrificada en todos los órdenes de la vida.
No hay nada más gratificante que tener un trabajo, que saber un arte, que poder dárselo a los otros y más aún, vivir de eso.
Por eso hoy, si usted me está dando a mí el privilegio de seguir trabajando de periodista y llegó hasta aquí con su vista, permítame que lo honre a usted por lo que hace, a vos por lo que querés ser y al don y la doña por el esfuerzo que pusieron para la ciudad.
Una aldea exquisita que hace 356 años empezó a ser la urbe que hoy llegó a ser, pero que antes de eso tuvo en estas tierras, en su costa y en su río marrón a los primeros trabajadores que en cuero, con arco, flecha y lanzas laburaban de la caza y de la pesca.
No es quizás un feliz Día del Trabajador porque mucha gente hoy está frenada por un bichito para poder ir a laburar, pero que sea éste un mensaje de aliento para seguir adelante con la misma palabra que nos ha caracterizado en todas las etapas que los corondinos pasamos: la dignidad.
Por Juan Peratitis
Foto ilustrativa: Daniel Fabri.