En estos días se vuelve a hablar de la situación laboral, de vida cotidiana, del famoso peón golondrina que otrora sobre todo venía en cantidades desde la provincia del Chaco, una vez terminada la cosecha del algodón.
En estos tiempos no es lo mismo que antes. Recordemos que en años pasados este trabajador rural venía de esa plantación pero ahora, con la tecnología, dejó de ser una salida laboral para los chaqueños.
Históricamente, si bien no hay una estadística pero sí una historia urbana al respecto, el llamado «golondrina» deja de serlo al llegar a Coronda porque se asienta. Muchas familias de corondinos tienen en sus raíces a mamá o a papá oriundos de localidades de la hermana provincia.
De hecho, los comercios de los años 80, 90 y principios de los 2000 sobre todo, pedían a gritos que llegaran los viernes a la tarde o los sábados a la mañana porque la venta era excepcional teniendo en cuenta que estos trabajadores se convertían en compradores inmediatos: cobraban y buscaban qué adquirir.
Capítulo aparte si históricamente han cobrado bien o mal. Suponemos que hay que analizarlo a través del «igual remuneración por igual tarea», pero eso es discutible y depende de muchos factores.
Y no sólo eso: era -y sigue siendo- gente buena, pacífica, que nunca se la iba a ver en las páginas policiales salvo alguna borrachera imprudente, muy esporádicamente. No conocemos prácticamente a ningún chaqueño convertido en delincuente. De ninguna manera. Habría que buscar y mucho para encontrar algún caso.
Entonces vayamos al quit de la cuestión: ser chaqueño no es un adjetivo calificativo, sino que es un gentilicio, es una procedencia, no una condición. No se es bueno, malo o chaqueño…
Los argentinos tenemos en la sangre a la discriminación, y aunque a veces tratemos de disimularlo, es algo que está a flor de piel. El «chaque-chaque» ha sonado como una canción de burla a trabajadores que durante décadas han hecho lo que muchos corondinos no harían ni en la peor de sus circunstancias laborales, económicas y financieras: agacharse durante horas y temporadas frente a las frutillas.
Preparados especialmente para el surco, sus brazos, sus piernas y su temple los dejan listos para lo más duro de la producción: cosechar en velocidad y precisión la preciada frutilla que luego será despalillada y embalada para ser vendida.
En estos días sonó la alarma de que los golondrinas de Chaco vienen. El Concejo lanzó una advertencia y es sabido que todo lo que se vincula con coronavirus, genera temor. Es verdad que esa provincia es el tercer distrito con más casos del país -hoy 26 de mayo hubo 12 casos más y dos fallecimientos más, para llegar a 767 casos y 45 decesos-, y también es cierto y no es un dato menor que la utilidad del empleado chaqueño es prioridad desde agosto, y no necesariamente desde ahora.
¿De todas maneras, qué es lo que corresponde hacer? Una medida preventiva debería evitar que gente de lugares con muchos casos venga, y eso es una verdad ineludible. Nos quejamos que vienen de Gálvez, cómo no nos va a inquietar que intenten venir de otras provincias…
Hoy en día Capital Federal, provincias de Buenos Aires y Chaco sobre todo, Córdoba y por qué no, la ciudad de Rosario por su coyuntura, son lugares que no deben dejar salir a su gente primero, antes que nada. Estos son datos estadísticos, no calificaciones subjetivas ni juicios de valor.
Entonces, si el gobierno local toma una medida restrictiva, que se busque también la forma de que ese trabajador allá en sus pagos, reciba lo que pierde, por otro lado, desde el Estado que tantos IFE ha regalado en estas semanas, muchos de ellos de difícil justificación ética personal y de merecimiento.
Lo más sencillo sería evitar su ingreso en este contexto, y en caso de haber un acuerdo, si llegan, que se aislen, hagan cuarentena y luego empiecen a trabajar como hicieron los golondrinas corondinos que se fueron a los plantines y a la vendimia del sur y de Cuyo. Hoy la balanza parece más inclinada al «no van a venir».
Eso sí… no califiquemos despectivamente a estos fuertes trabajadores usando su propia procedencia para discriminarlos… Son hermanos argentinos, son gente que es parte de la raíz de muchas familias corondinas. Ser chaqueño es un orgullo como ser santafesino, como ser entrerriano o como ser jujeño.
Una cosa es una cosa, y otra cosa… es otra cosa…
Ser chaqueño, señoras y señores, no es un adjetivo calificativo, sino que es un lugar de origen del cual esta buena gente está orgullosa a pesar de todo.
Cuidar la salud de la población es una responsabilidad que le cabe en este caso a la Municipalidad y al Comité de Crisis, entonces, actúen con esa premisa.