La final del Súper 8 Miguel Castellini tuvo un ganador lógico: Alejandro Silva. La pelea de Diego Ramírez fue de mayor a menor. Arrancó como pocas veces se lo había visto, se paró muy bien y metió varias manos pero la experiencia del misionero y la velocidad de manos fueron fundamentales para el desenlace.
Las tarjetas dieron: 96,5 a 94,5; 97 a 93 y 98 a 92 con fallo unánime para el campeón.
Entre la mejor distancia del corondino y la mayor rapidez de uno-dos de Silva, prevaleció este último. A partir del cuarto round Ramírez dejó de atacar y fue varias veces encerrado contra las cuerdas, cayendo incluso en el sexto round con un dudoso golpe, que bien pudo ser un considerado como uno bajo no detectado.
El Chacarero nunca encontró la mano exacta, su zurda fue frenada en las pocas veces que intentó aplicarlas como había hecho contra Bradley, el británico, en la épica tarde de Inglaterra. A su favor, Diego puede pelear contra cualquiera y fue para adelante como se le pidió en otras ocasiones. En contra, todavía le falta hallar el punto ofensivo necesario para poder seguir creciendo entre los boxeadores de élite.
Un balance muy bueno, ya que de 8 combatientes super wélter, el corondino hizo un muy buen papel y terminó como subcampeón de este competitivo Súper 8. El Cuervo tuvo a su favor la velocidad, la condición física superior, la combinación de golpes y los movimientos continuos que siempre pusieron marcha atrás al chico de nuestra ciudad, que dejó su sangre en el ring pero no alcanzó pero dentro de lo que puede sonar como una frase contradictoria fue el mejor de los traspiés de su carrera.
De todas maneras, siempre hay que destacar que era impensado suponer que en una noche de boxeo televisada para todo el país, la palabra «Coronda» iba a aparecer tan seguido como ocurre gracias al chico de Barrio Lafuente. En las buenas siempre, y en las malas, mucho más.