La pregunta de «quién no tiene un conocido, un amigo o un pariente trabajando en el Servicio Penitenciario» tiene como respuesta «todo el mundo lo tiene». De allí a que cinco generaciones de corondinos y tantas familias hayan dado vida y vivido al mismo tiempo de este espacio frío, inmenso, del pueblo dentro del pueblo, que tantas historias oscuras tiene para contar, pero también tanto orgullo por llevar adelante una tarea que no cualquiera realizaría.
Nos vamos en el tiempo casi 90 años atrás… La primera guardia armada le dio inicio a la Cárcel de Coronda, la entonces denominada Cárcel Pública Provincial.
El 12 de agosto de 1933 fue la primera vez que se usó el imponente edificio de Belgrano 2421 que estaba en el medio de la zona suburbana ya que en ese entonces Coronda era comuna y estaba lejos de los 10.000 habitantes siquiera. Esa zona era descampado y había casas sueltas por así decirlo.
Nació tras un proyecto presentado por el diputado Rafael Biancofiore en 1909 que señalaba la necesidad de crear una cárcel en un punto equidistante entre Rosario y Santa Fe, eligiendo el lugar en Coronda. En 1915 se adquirió el terreno, en 1922 se destinaron los fondos para iniciar la obra, en 1923 se llamó a concurso de planos y anteproyecto, aprobados en 1926 y en 1927 se firmaron los contratos con las empresas constructoras.
Fue muy largo el periplo, casi de un cuarto de siglo, para que el edificio empiece a funcionar. El presidio funciona desde 1933, cuando fue fundada como «Cárcel Modelo Auburniano», ya que adquirió el sistema carcelario de la cárcel de Auburn (EE.UU.).
El sistema auburbiano era de rígida disciplina, trabajo en común durante el día, silencio absoluto y separación completa en la noche. Se le da relevancia al estilo de vida militar, de ahí la uniformidad de las celdas y del régimen cotidiano.
Se le asignan las siguientes ventajas: facilita la organización del trabajo, el silencio evita el intercambio de ideas entre los presos y se adapta a la naturaleza sociable del hombre. En tanto muchos son los inconvenientes que se le han anotado, entre los cuales se destacan: la obligación del silencio que comporta un suplicio; agudiza la severidad de los castigos que pugnan con los propósitos perseguidos con la represión… Por lo demás, la exigencia del silencio genera entre los reclusos una comunicación entre sí, creando la jeringoza y los gestos, gestores de los códigos carcelarios.
En un principio, los corondinos estuvieron en contra del establecimiento de la cárcel, pero fue paulatinamente aceptada cuando se transformó en la mayor fuente de trabajo, con el empleo de 620 penitenciarios en aquel entonces, lo que generó llegada de población a Coronda. De hecho este fenómeno de aceptación sobre algo que el 95% de las localidades aborrecen, se vio incrementado hace 5 años cuando nuevamente la idea de otra cárcel se hizo carne y de hecho está en un 65% de su construcción la denominada Cárcel Federal que promete trabajo para guardias y empleados en general de aquí a unos dos años máximo.
En aquellos años, la penitenciaría de nuestra localidad era mirada por todos, de allí que quedó con el nombre de Instituto Correccional Modelo, y se la llamaba así por el alojamiento individual, los talleres para distintas actividades laborales -hoy el IAPIP sigue creciendo-, los patios y las salas de esparcimiento, la escuela y la capilla, los cuales no tenían el resto de las prisiones argentinas. En 1939 se instaló en la cárcel la Imprenta de la Provincia que funcionó durante 20 años.
La cárcel tiene una superficie de 224.750 m², de los cuales 93.337 m² se encuentran dentro de los muros. Estos tienen una altura de 6 m y se extienden por 1.127 m de longitud -11 cuadras-, con un total de 11 garitas. El punto más alto es el torreón, con 41 metros. Actualmente se divide en dos: ala norte y ala sur. En estos se encuentran divididos pabellones exclusivos para rosarinos y otros tantos para santafesinos, los cuales fueron reasignados desde la masacre del 12 de abril de 2005.
Lo dicho, al norte de la zona de pabellones impares, se encuentran los talleres, que se dividen en zapatería, carpintería, panadería, y muchos más, y cuentan con dos canchas de fútbol en la zona este de la prisión. También cuentan con una capilla, bibliotecas, y una central de radio FM, también como parte de un taller del Instituto Autárquico Provincial de Industrias Penitenciarias.
En los 80 se bautizó a la unidad con el nombre de «Dr. César Tabares», en homenaje a un abogado y militante peronista desaparecido el 6 de enero de 1977, y de quien no se supo más nada. El Ing. Miguel Lifschitz durante su gobernación impulsó la querella por lesa humanidad para investigar su destino. Había nacido en 1943. En 1973 con el gobierno del Dr. Héctor J. Cámpora fue asesor del Ministerio de Gobierno provincial y la solución de un serio conflicto carcelario en la ciudad de Rosario, debido a su experiencia y sabiduría lo catapultó a ser elegido Director Provincial General de Institutos Penales. Estando en el ejercicio de ese cargo recibió en la cárcel de Coronda a los presos del “Villazo”, obra de la acción represiva de la derecha peronista y la Triple A en Villa Constitución, provincia de Santa Fe. La misma Triple A que lo hizo desaparecer.
Actualmente, la Unidad 1 está dirigida por el Alcaide Mayor Alfredo Sánchez, y la plana mayor de la cárcel de Coronda está compuesta por Alejandro Silva como subdirector, Daniel Villalba como subdirector de correccional, César Michelini como sub director de penal y judicial, Darío López como subdirector de seguridad externa y el Dr. Mariano Costa como subdirector de sanidad.
Sin esos hermosos desfiles que nos tenía acostumbrados el Servicio Penitenciario, esperamos, como reflexión final, que los distintos problemas que aquejan sobre todo a los empleados en estos tiempos que corren, se solucionen, que siga habiendo trabajo como siempre hubo y que la Virgen del Carmen, protectora de estos trabajadores, los siga cobijando para desarrollar una tarea difícil, peligrosa y que requiere de una templanza como pocas profesiones.
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