Hace unos días el intendente Ricardo Ramírez elevó una nota a los empleados municipales, reconociendo su tarea extraordinaria en el marco de la emergencia por el aislamiento obligatorio como medida de prevención contra el coronavirus.
Sin embargo, Bachi aclaró inmediatamente que «esta situación extraordinaria ha terminado de poner de rodillas a la municipalidad, en su posibilidad de recaudar los fondos necesarios para hacer frente al pago de haberes. A la fecha se encuentran totalmente paralizados los distintos canales de cobranza, lo que nos ubica en la realidad de no poder generar recaudación para poder cubrir el descubierto de $4500000 que habíamos solicitado la semana pasada al Nuevo Banco de Santa Fe».
Como un «sincericidio», denominación común en estos casos, sostuvo que «me entristece sobremanera tener que comunicar que no podemos disponer de dinero para realizar algún tipo de pago de haberes o anticipo de sueldos. Seguimos reiterando las gestiones ante el Gobierno Provincial para obtener, a la mayor brevedad posible, algún tipo de ayuda extraordinaria que nos permita dar respuesta y revertir la situación».
Así como los policías, los penitenciarios y la gente de salud está expuesta en este momento como cuidadores de la cuarentena por la pandemia de Covid, también digamos que el empleado municipal -una buena parte de ella al menos- tampoco se ha quedado en sus casas y está trabajando en distintos momentos, no poco tensos algunos.
Expresaba Dardo Miranda, titular de Sitram: «No sabemos si nos matará el dengue, el coronavirus o el hambre…», una frase que ilustra el dramático momento que viven muchos de los trabajadores municipales desde hace al menos 6 meses. No es momento ahora de analizar quién los metió, si se hizo bien, si hay más de la cuenta… Están… Y hoy debe fijarse la mirada en eso.
Hasta aquí, salvo que en la semana venidera entren fondos extraordinarios o coparticipables al municipio, los empleados cobraron cerca de la mitad de sus haberes de febrero y en tres días entrará el 100% de marzo. El último pago fue el viernes 20, hace diez días ya y como si fuera poco con este aislamiento obligatorio es imposible hacer una changa, como solían realizar varios de ellos para que las cacerolas -esas que suenan todos los días por otros motivos- se cubran con algún tipo de alimento.
Es verdad que hay que estar «en el pellejo» del otro para saber qué están padeciendo, pero en realidad la crisis de la crisis que tienen los empleados municipales, no se la desearíamos ni a nuestros peores enemigos. O sí quizás.
Cada vez que hay paro los fustigan, los critican, los tratan de vagos como si los demás rubros laborales no concretaran medidas de fuerza como manera de defender sus derechos. Lo hemos dicho hasta el hartazgo: empleados buenos y malos hay y habrá en todos lados, depende de las patronales saber qué hacer con ellos, pero no podemos generalizar y restar empatía a tantos vecinos que están pasándola realmente mal. Son amigos, conocidos, familiares, como lo son muchos penitenciarios, policías, médicos o enfermeros.
El Concejal Claudio Minetto pidió 3000 pesos para los trabajadores que se están desempeñando en el marco de esta emergencia sanitaria pero el intendente lo desestimó diciendo que «no es momento para hacer política y esos empleados tienen plus de 8000 pesos».
Digámoslo también… Muchos comen gracias a sus padres, a sus hermanos, a amigos… Algunos deben turnar los días para meter un alimento en sus bocas. Su dignidad los hace callar pero está pasando en Coronda. Y es más, si los 400 empleados no cobran a término, tampoco pagan en tiempo y forma, por lo cual se establece una cadena de suspensión y demora de pagos que afecta a comerciantes, bancos, empresas, prestadoras de servicios. A usted, a mí, a nosotros.
Hace años que esto ocurre y cuando hay algo extraordinario como esta pandemia, suele sentirse más, pero hasta que no haya una idea real de generar recursos propios que salgan de la coparticipación o las ayudas políticas, las crisis serán periódicas pero tan furibundas como el granizo en la frutilla en la época de primicia.
Seamos empáticos: cuando en la semana batamos cacerolas y ollas pensemos que muchos hermanos de nuestra ciudad no tienen qué meter adentro de ellas.