Siempre se habló del tema pero quizás no se profundizaba demasiado. Lo concreto es que el abogado Juan Carlos Masciaro vivió varios años en Coronda, ejerció su profesión de manera indirecta y quienes lo tomaron como representante aseguran que era brillante en su función.
En estos tiempos su nombre ha resurgido por dos temas: el libro «Un crimen argentino», de Reynaldo Sietecase, y por la película basada en esa novela, dirigida por Lucas Combina, quien aseguró que no se trata de un documental, sino de una película policial de ficción.
Al mismo tiempo, el periodista del Diario La Capital, Hernán Lascano, lanzó una investigación sobre el personaje de Masciaro, y publicó un artículo al respecto, que contó con la colaboración de nuestro medio.
Masciaro «se había recibido en la Católica de Derecho de Rosario y había ejercido la profesión desde inicios de los 70. Pero en 1975 lo descubrieron por venderle a dos personas un mismo campo en cercanías de Pergamino. Un campo que, se descubrió en el trámite de los casos, ni siquiera existía. Estuvo preso en Coronda hasta que en octubre salió en libertad condicional».
«A los dos meses de salir Juan Carlos Masciaro tramó una forma nueva de hacer dinero. La concretó el 16 de diciembre de 1980. Todavía gobernaba Videla. Ese martes a la noche fue a cenar al Club Sirio Argentino de Italia al 900 con el empresario Jorge Salomón Sauan. Después lo invitó a tomar un trago a su departamento de Montevideo al 1600. Le sirvió un whisky con una potente cantidad de somníferos. Llamó al tío de la víctima, le anunció el secuestro de su sobrino y le exigió un rescate de un millón de dólares».
«Con el dinero conseguido hizo varias compras. Un tanque cilíndrico de fibrocemento, 50 bolsas de tierra, un ficus y dos bidones de ácido sulfúrico. A seis días de la cena en el club Sirio Masciaro volvió a Tribunales a firmar el control de su libertad condicional y lo dejaron detenido por la extraña desaparición de Sauan. Había sido la última persona en estar con el empresario. Tenía prontuario penal y una mujer dijo haberlos visto la noche de la llamada en el departamento de Montevideo al 1600» continúa el artículo del colega rosarino.
Los investigadores se quedaron diez días seguidos en el departamento de Masciaro esperando que se produjera el eventual llamado de Brasil. El juez del caso era Jorge Eldo Juárez. El secretario Alberto González Rimini y como sumariante quien luego sería juez de sentencia. También estaba como sumariante alguien que sería en los años 90 un magistrado de aire campechano, simpático, de fuerte presencia pública: Carlos Triglia.
«En el tedio de la espera fue Triglia, contó González Rimini, que se cuestionó por qué motivo el tanque de fibrocemento despedía un calor anormal. Revolvieron una pila de diarios viejos y al desarmarla notaron dos bidones de vidrio con las etiquetas arrancadas. Ante todo lo extraño del cuadro se decidió mandar el tanque a Jefatura para analizar la tierra. Como era muy pesado resolvieron vaciar el tanque y llevar el contenido en bolsas. A las dos semanas entre la tierra examinada apareció una prótesis dental. Luego una pulsera, restos de un zapato y un fragmento de un pie derecho».
«La investigación concluyó que Masciaro durmió a Sauan con los somníferos volcados en el whisky. Luego lo ahorcó y puso el cuerpo en el tanque. Lo bañó en ácido sulfúrico contenido en los bidones y tiró las bolsas de tierra. Después plantó el ficus. Lo acusaron de privación ilegítima de la libertad seguida de muerte. Lo condenaron a prisión perpetua y una vez más volvió a Coronda».
«Nueve años después y gracias a sucesivas conmutaciones de pena, en base a una conducta ejemplar, y al beneficio que computaba dos días de prisión cumplida por cada uno transcurrido en prisión preventiva, Masciaro empezó a tener salidas de la cárcel. En una de esas salidas asaltó una farmacia de Moreno y 3 de Febrero y fue atrapado in fraganti. Eso le significó una nueva condena a prisión. El 16 de diciembre de 1994 ejecutó todas sus penas pendientes y salió a la calle».
SU VIDA EN CORONDA
No volvió a Rosario. Se radicó en Coronda donde la resonancia del singular crimen por el que lo condenaron no pareció mellar su capacidad de movimiento. Empezó a trabajar en estudios jurídicos asesorando a clientelas y también redactando escritos en base a su experiencia profesional. Eso sí: no podía firmar las presentaciones porque al ser condenado se le había cancelado la matrícula.
«Hoy estoy arrepentido de haber sido yo quien le diera esa oportunidad», dice 28 años después el abogado Juan Fossa desde Coronda, donde reside. «Lo habré conocido en el año 91 o 92. Se decía que con su personalidad y carisma manejaba los talleres y toda la cárcel de Coronda. Tenía una sutil capacidad para conectar con las personas y una gran destreza intelectual, en el mismo escrito citaba con precisión a Kelsen y a Pitágoras. Pero nunca dejó de estafar. Falsificaba sellados, poderes y dejaba a gente en la lona. De hecho después de tantas caídas ya lo admitía. Aunque sostenía que era un estafador, no un asesino», dijo el abogado.
(…) «Era un vende humo. Tenía todos los rasgos de un psicópata: tremenda memoria, profundamente narcisista, muy manipulador y fundamentalmente un ser sin remordimiento» sentenció Fossa.
«Seguía acumulando causas judiciales pero con las condenas cumplidas reclamaba su rematriculación sin éxito. En diciembre de 1997 lo procesaron por amenazar de muerte a su ex esposa y a su hermana a las que acusaba de querer quedarse con una propiedad. Año tras año pedía ser rehabilitado como letrado para ejercer. Y una y otra vez el Colegio de Abogados de Rosario y Santa Fe y la Justicia Penal lo rechazaban» prosiguió el reconocido periodista.
En 1997 se había casado legalmente con Marta con la que convivió una década en una casa de la calle 25 de Mayo. Marcos Reinoso, sobrino de esta mujer, trabó una relación personal con Masciaro. «En los años en que estuvimos en contacto nunca habló del tema que le pasó», dice en referencia al crimen de Sauan. «Yo igual leí el libro pero no hablamos nada». Masciaro cayó preso por última vez en 2007 cuando el juez Luis Malfanti lo condenó a un año y medio de prisión por uso de un poder apócrifo. La sentencia fue efectiva porque era reincidente. «Lo mandaron a la cárcel de Las Flores. Mi tía falleció poco antes de que él saliera».
El libro al que se refiere es «Un crimen argentino», de Reynaldo Sietecase, que publicó Alfaguara en 2002. El periodista rosarino hacía un taller en la Fundación Nuevo Periodismo de Gabriel García Márquez. Hacía años que exploraba el tema, lo había elegido como texto para trabajar el curso y se lo pasó para que lo evaluara a Tomás Eloy Martínez que había trabajado con él en Página/12. «Antes de hacerle la crítica le quiero decir que ahí tiene una novela», le dijo el escritor.
En base al libro en marzo pasado se terminó de rodar una película en Rosario que está actualmente en etapa de posproducción. Darío Grandinetti, Luis Luque y Rita Cortese encabezan el elenco. Grandinetti haría del abogado.
Nació el 6 de octubre de 1945 y falleció el 22 de agosto de 2018. Ahora volverá a ser inmortalizado, pero por un crimen increíble y digno de Hannibal Lecter.
_Soy Masciaro
Solo registrar la voz para retornar en seco al programa de radio donde años antes por primera vez supe de su historia, a la pavura de la música de Gabriel en las entradas del relato, a la mirada abstraída del operador del otro lado de la pecera. Tomado por esa sensación no podré recordar las palabras. Sí el timbre de la voz, la argumentada racionalidad legal de que le permitieran ejercer como abogado, las preguntas del final que, esas sí, no olvidaré. «¿No cree que tengo el derecho? ¿Qué piensa que haría usted si tuviera que decidir? ¿Aceptaría mi derecho a que me rematriculen o me lo negaría?»
Foto Diario La Capital
Gentileza informe Hernán Lascano
Link del informe: